martes, 16 de diciembre de 2014

Crónica de un viaje a Ushuaia: Noviembre 3, Lunes

Durante meses había aguardado ese día. Durante meses había pensado en ese lunes en que por fin llegaría hasta la tranquera del valle de Andorra para comenzar el trekking hacia la laguna que no me había cansado de ver una y otra vez en fotos, una más bonita que la otra. Tomé el taxi en la placita del puerto y me fui despidiendo de mi novia y de mi madre, con quienes no hablaría por los 4 próximos días. Cuando el auto se internó en el valle, ya cerca de la tranquera, y las montañas se empezaron a mostrar esbeltas e imponentes, enormes y tan cerca, no pude evitar un suave lagrimeo. Tanto, tanto había esperado ver aquello. Por fin llegaba el día. Quizás nunca antes había extrañado tanto las montañas, o quizás aquellas eran especialmente hermosas, salpicadas de nieve hasta la mitad de sus laderas, donde el bosque de lengas interrumpía el gris de la roca.




Llegué a la tranquera, estaba feliz. La famosa tranquera. La abrí y entré, ahora sí, en el valle. Ya no había presencia humana, y solo me faltaba pasar una última casa un poco más adentro. A los pocos metros recorridos se me unió a la carrera un perro. Se parecía a un labrador, pero la cara tenía rasgos de pitbull. Enseguida tuve la sensación de que estaríamos juntos los próximos días. Otra alegría más, y una ironía con forma de obsequio. Tenía compañía, pero esta no era humana. Seguía caminando con el entusiasmo a tope. 



Atravesé parte del turbal y encaré hacia la margen derecha del río. En poco tiempo llegué al camino transversal que lleva a las lagunas encantada y de los témpanos, en dirección al cordón montañoso superior. Intenté llegar a la laguna encantada pero el sendero se perdía entre la nieve cada vez mas copiosa, por lo que volví al camino principal, o lo que yo en aquel momento creía que era el camino principal. 




Por varias horas anduve bordeando el río, sorteando troncos caídos, esquivando como pude los embalses de los castores. Pero con el correr del tiempo y la proximidad cada vez mayor de la noche, el entusiasmo, y también el vigor físico, fueron descendiendo. A las 18hs. aprox. Decidí que era imperioso cruzar el río, el camino hacia la laguna debía estar del otro lado. Ya bastante cansado de andar por la nieve pude encontrar un paso sobre algunos troncos caídos. Tal como sospechaba, al avanzar algunos metros pude encontrar el camino. Claramente había estado todo el día metido en medio del bosque siguiendo sendas fantasma de baqueanos o caballos, pero la senda principal de parques nacionales, con sus correspondientes señalizaciones, con los troncos atravesados cortados, era donde ahora estaba. 


Seguí un tramo feliz de haber encontrado el camino, pero sin darme cuenta en el momento, luego de cruzar un puente lo volví a perder, captado nuevamente por una senda fantasma. Y anduve y anduve, escale rocas ya casi desahuciado y sin fuerzas, y a punto estuve de ubicar la carpa sobre una turbera, idea que afortunadamente deseche más pronto que tarde. Pero el cuerpo no me daba más. Los pies, empapados de agua helada, me dolían igual que la espalda y la cintura, las manos me ardían por la nieve y por la aspereza de los troncos de los que tantas veces tuve que sostenerme para no caer. Pasé la turbera y resbalé en la nieve y ya con desesperación ante la escasez de luz y la omnipresencia de la nieve empecé a gritar por ayuda. 
Pero me contestaba el silencio críptico del bosque helado, o el chapoteo de mis pies en algún charco. 




Me resbalaba más de lo que avanzaba. Estaba aterrado. Y entonces la idea que se me había ido formando de a poco como lejana posibilidad se materializó como la única opción: tenía que hacer un vivac. 

Mi objetivo máximo, de pronto, pasó a ser encontrar un lugar más o menos seco, desprovisto de nieve, de 2 metros de largo y lo suficientemente regular y plano como para ubicar el aislante y la bolsa de dormir. La tarea no era sencilla. Casi todo el suelo estaba cubierto de nieve o de troncos caídos o de rocas. El mejor lugar que encontré tenía una leve inclinación, y la bolsa resbalaba, pero ya habían pasado las 21hs.y la luna estaba erguida sobre el bosque; si seguía caminando en esas condiciones, aunque lo hiciera despacio y con una linterna, no iba a lograr más que peligrosos tropezones.

Puse mis cosas contra un tronco, ubiqué el aislante y la bolsa de dormir, y con las últimas fuerzas que me quedaban preparé el anafe y puse a calentar la pava con un poco de nieve. Me metí en la bolsa de dormir, con la campera como almohada, y esperé a que hirviera el agua. Los dos te que me preparé para calentarme un poco me cayeron mal y estuve a punto de vomitar, pero aguanté. La oscuridad no sería demasiado densa ni prolongada, solo había que esperar, y en la penumbra del ateísmo, rezar para que la noche fuera lo más benévola posible con su visitante inesperado.

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Crónica de un viaje a Ushuaia: Noviembre 2, Domingo.


Bendita nieve. Maldita nieve. El avión giró hacia la derecha en diagonal y dejó de seguir la línea de la costa. En dirección SO atravesó la provincia de Tierra del Fuego. Pasó el lago Fagnano y sobrevoló los valles Carabajal y Andorra para aterrizar en el aeropuerto de Ushuaia. La nieve llegaba hasta las laderas de las montañas, incluso algunas partes de los valles estaban cubiertas de ella. Maldita nieve pensé. Lo pensé en ese momento y lo volví a pensar, quizás con más fuerza y decepción, cuando el pibe de informes me dijo que el camino por el valle de Andorra estaba cerrado. Todavía no sabía nada y no podía siquiera imaginar lo relativa que podía ser esa sentencia.


Todo el lunes me anduve masturbando la cabeza, pensando en qué carajo hacer, a dónde ir. Compré el gas de todas maneras, y me recorrí la ciudad de punta a punta caminando, como si quisiera practicar para lo que vendría. Desde el aeropuerto hasta informes, de informes al hostel, del hostel al shopping, del shopping al hostel, del hostel al cementerio del mar, del cementerio de vuelta al hostel.
Pero en el medio de todo esto hice un llamado que cambió todo.



-Defensa civil, buenas tardes ¿En qué puedo ayudarlo?
-Buenas tardes. Quería realizar el trekking por el valle de Andorra hasta la laguna de caminante, y quería saber si el camino se encuentra transitable.
-Si, los caminos se encuentran transitables. Probablemente muy húmedos y con barro, pero están perfectamente habilitados. Hoy mismo un grupo de 15 persona salió hacia la laguna.
-Genial, muchas gracias!



¿Pero no estaban cerrados? No se puede cerrar un valle, y evidentemente tampoco estaba la intención de hacerlo. Mi humor y mis expectativas cambiaron completamente. Después de caminar y pensar todo el día qué hacer con mi estadía en esa ciudad, por fin podría descansar tranquilamente sabiendo que iba a hacer lo que había ido a hacer. O eso pensaba.




jueves, 12 de junio de 2014

Caleta Baker 3

En el pueblo no hay calles ni veredas. Tampoco hay autos ni motos ni bicicletas. La única forma de ir de un sitio a otro es a través de pasarelas. El pueblo entero está construido a partir de esta premisa. Un pueblo de pasarelas. Esta curiosidad se suma a sus postales azules y al aura tibia de sepia que lo envuelve.
Podría contar para qué fui, de qué escapaba. Pero aún no. No es la forma. Recuerdo las palabras de Kafka en ese breve cuento que es “La partida”. Un sirviente pregunta a su amo, listo para partir a caballo, si conoce su destino, a lo que el amo replica: “Sí. Te lo he dicho ya. Irme de aquí, ese es mi destino”.
En ocasiones la única forma de afirmar algo sobre la vida es a partir de negaciones. Es tonto sostener que las palabras nos apresan, como si cualquier cosa dicha en cualquier momento pudiera ser utilizada para juzgar cualquier otra cosa dicha en cualquier otro momento. Si así fuera nadie podría hablar más allá de sus 15 años. La coherencia, mirada así, es un valor inútil, solo digno para una piedra. Sin embargo resulta difícil negar que no podemos escapar de lo que hacemos, y mucho menos de lo que no hacemos. Alguien podría argüir, y con razón, que decir es hacer, pero debería admitir que es una forma tan ligera y a veces tan inconsciente de hacer, que no merece realmente condena. 
No pensé nada de esto en ese momento. Sólo salí de la cabaña y me puse a andar por el pueblo. Había una pasarela principal que conectaba como un río los lugares centrales. Uno podía ir por ella ciegamente y en algún momento se toparía con la oficina de turismo, con la pequeña y pintoresca municipalidad, con el muelle, los locales de excursiones, la oficina mínima de seguridad social, el almacén. Naturalmente, del gran río se desprendían brazos más pequeños donde por lo general estaban las casas de los residentes. El día anterior no había hecho más que buscar alojamiento. El sol se había puesto alrededor de las 21:30 y exhausto me dormí enseguida. Ahora estaba viendo el pueblo por primera vez. Recorrí las pasarelas rodeado nuevamente de ñires, lengas y coihues. El sur es magnético. No sabría decir bien qué es. Lo primero que se me ocurre es evocar las cosas que lo componen: las pequeñas hojas oscuras de los árboles, los innumerables lagos y ríos, la nieve, el frío, las montañas, los volcanes, las truchas, los zorros. Hay algo en todo eso que ejerce una fuerza atractiva muy poderosa, si no sobre el cuerpo al menos si sobre la memoria, y uno quiere volver apenas se ha ido. Pero yo no estaba de vuelta ni pensaba irme pronto. 
Mientras caminaba me encontré con el viejo que antes había visto desplazarse a paso lento desde la ventana. Lo saludé afectuosamente. Era fácil intuir que en algún sentido eso me acercaba a la comunidad de la caleta. Pero el viejo no me devolvió el saludo. Ni siquiera pareció escucharme. No levantó la cabeza de las roídas tablas de coihue y siguió andando, lento, un poco inclinado, sin hacer ni un mínimo movimiento. No supe si tener vergüenza o enojarme. Quizás está un poco sordo, pensé, y le hablé de nuevo, más fuerte. Pero no reaccionó. Siguió deslizándose, sosteniéndose con su temblorosa mano derecha de la baranda. De pronto me encontré casi gritándole a un anciano en medio de una pasarela en mi primer día en el pueblo.
Una chica que pasaba se detuvo entre los dos. Me miró con ojos de ardilla y me tomó del brazo alejándome unos metros.

-¿Qué estás haciendo? –me dijo.
-Perdón, pero no me hablaba, y lo saludé.
-¿Y por qué tiene que responderte?
-¿Por educación?
-¿Si? ¿Por educación?
-Me parece.
-Te parece mal.
-¿Por qué?
-Porque tu educación y la de él no es la misma.
-¿No es correcto en todos lados devolver un saludo?
-Nada es correcto en todos lados

Y se dio la vuelta para ayudar al viejo.
Ya de espaldas, dijo casi para sí: “los argentinos siempre creen que su forma es la única forma”.

Se llamaba Laura. Y también era argentina. Vivía en la caleta desde hacía 3 años, y como todo argentino odiaba a los argentinos. A veces los extrañaba, pero la mayor parte del tiempo nos dedicaba grandes manifiestos de desprecio. Me pregunto si esto le pasará a todos los seres humanos con sus respectivos compatriotas o si será un extraño privilegio que ostentamos.
En cualquier caso ese fue nuestro primer encuentro. Y ya empezaba a enseñarme cosas.

viernes, 30 de mayo de 2014

Genios 1


Como siempre, Paz & Rudy geniales. Recomiendo con especial énfasis la página de Daniel Paz: http://danielpaz.com.ar/blog/
Que acostumbra alumbrar con nueva luz las ideas más bonitas.

martes, 27 de mayo de 2014

La foto de la foto





El otro día me pidieron que hiciera una lectura de esta foto. Lo pensé un rato y llegué a la conclusión de que eso que se me ocurría era lo más sencillo y rápido, pero que no por ello resultaba menos interesante, ni aún menos estético.

11 trabajadores sentados sobre una viga, distraídos, serenos, realizando la actividad mas imprescindible de la vida como entidad biológica: comer; pero también (y al mismo tiempo): 11 trabajadores a punto de morir a cada instante.

Obviamente pensé en la fragilidad del trabajador en el sistema. La fragilidad como posibilidad siempre inminente de la rotura, y a la vez la fragilidad como aquello que es y no es, que existe como un soplo y es efímero y tonto, casi sin sentido, casi imperceptible.

Al mismo tiempo pensé en la inconsciencia. La pasividad de los obreros frente al peligro, como si lo ignoraran por completo, como si suspender la vida a 250 metros de altura sentados sobre una superficie poco mas grande que su culo fuera parte del mismo círculo rutinario de un almuerzo (¿El obrero reducido a la nuda-vida? ¿El hombre que come y trabaja y que en la equiparación de una actividad a la otra agota su vida?). La inconsciencia de la fragilidad, la inconsciencia eterna del trabajador frente al sistema que lo oprime y lo exprime. Pero el no lo sabe, o no le importa, o no quiere saberlo.

Mas o menos esto fue lo que pensé que podía decir sobre la fotografía. Pero me interesé y quise saber más. Entonces encontré chorreras de páginas que hablaban de esta foto, todas diciendo lo mismo y con las mismas palabras: la triste historia del copypaste sistemático.

Supe, de todas formas, que la foto se tomó durante la construcción del Rockefeller center, en lo que sería un piso 69, en el año 1932; supe que aunque algunos aseguran que su autor fue Charles Ebbets esto está puesto en cuestión; supe que la mayoría de los obreros retratados son inmigrantes.

Pero la foto dice más.




Los obreros no solo están tranquilos y sin preocupación: están hablando y compartiendo, están sociabilizando e intercambiando. Están felices. Y el trabajo y la precariedad del trabajo no les impide tener una vida normal y feliz. Pero hay uno que está solo y mira a la cámara. La cámara es el ojo que desde fuera observa, y, por qué no -se dice que la foto no fue espontánea- controla. La cámara no retrata la precariedad: la expone, la observa y la dirige, pero no es parte de la escena, está por fuera, es otra cosa. El ojo de la cámara es un dispositivo de poder, en tanto retrata, pero también en tanto que Ebbets era empleado del Rockefeller center como fotógrafo oficial de promoción. De modo que la cámara es el ojo del fotógrafo, pero es también el ojo del empleador, el ojo de la estirpe Rockefeller que en plena Depresión construye uno de los edificios mas altos y ambiciosos de la época, y cuyos obreros están perfectamente felices con ser parte del proyecto.

Pero el tipo que está solo mira a la cámara. Descubre, aunque no entienda bien, al ojo del poder, y entonces el poder, que se siente amenazado, lo retrata aislado y bebiendo en medio de la jornada laboral. No lo retrata con la felicidad desprevenida y automática de los otros, sino con el semblante confundido, como si el sol le pegara en la cara. Y el ojo del poder, que controla, que configura, separa al alumbrado de los otros: el fotógrafo atraviesa la fotografía con una cuerda que se cuela entre el solitario y los obreros felices, y el hombre que bebe se transforma en un marginado. El hombre del margen es eso, un hombre-del-margen, es el que ve, aun entre la bruma narcótica del almuerzo, al ojo del poder. No lo denuncia, ciertamente, pero lo descubre y eso lo vuelve peligroso. Todos esos hombres son peligrosos, la fotografía y su significación es peligrosa. Y ¿Que hace el capitalismo con lo que le resulta peligroso? Lo vende. Y no es casualidad que esta sea una de las fotos mas vendidas de la historia. 

Leí por ahí que "Ebbets pretendía reflejar a la sociedad en crecimiento que se sostiene frágilmente, sin ningún tipo de salvavidas, y a los propios hombres -inconscientes y contentos- que la integran. La fotografía sirvió para denunciar las pésimas condiciones laborales de los trabajadores en esa época"





Pero esa lectura me parece ingenua, porque supone, en primer término, que el fotógrafo es aliado de los trabajadores y no empleado del poder. Y por otro lado, que la inseguridad de esos trabajadores no es mas que la circunstancia concreta de sus condiciones laborales, no el hecho mismo y absoluto del trabajo. No denuncia que el trabajo y la enajenación que produce el trabajo en el capitalismo, que es la que permite la inconsciencia de los obreros frente a la fragilidad, es siempre un modo de explotación. No importa cual, no importa cuanto, el trabajo y la enajenación que produce son ya explotación, y esta premisa es inherente al capitalismo. Al establecer como denuncia las condiciones particulares del trabajo, esta lectura se posiciona en el lugar del buen militante que quiere ayudar al obrero luchando por sus derechos, pero lo que hace es legitimar el trabajo como forma de vida.

Curiosamente los trabajadores eran inmigrantes y anónimos. Aun hoy sigue sin saberse la identidad de varios de los hombres de la foto. Hombres sin nombre y sin patria, quizás como todos los hombres.

Esta fotografía es parte de la copiosísima colección Bettmann, que también integran las otras fotos que figuran en este post. La colección fue adquirida en 1995 por la compañía Corbis, fundada en 1989 por Bill Gates.

Entre Los Nombres de Rockefeller y Gates, como una soga sobre el vacío, se suspende la anónima, frágil e inconsciente clase trabajadora. A un costado, bregando por la ampliación de sus derechos, los fotógrafos, en cuyos hombros se apoyan las manos sonrientes de los que pagan sus salarios. La foto de la foto.

  
 

jueves, 22 de mayo de 2014

Anti máquina

Yo solía pensar
junto con todos los otros
que el capitalismo era una máquina
un sistema
un artefacto
o algo así.
Por lo fatal quizás
o lo tonto
por lo tonto y lo fatal
o por lo gris.
Pero mirándolo bien
pensándolo correctamente
se comprende que una máquina necesita de todas sus partes:
las pantallas
los botones y
los famosos engranajes
porque si se le sustrae una parte
la máquina ya no funciona.
Pero el capitalismo es distinto
porque sigue siempre funcionando
y cada carencia
cada parte que le sacamos
o se le pierde
o se le rompe
la reemplaza con algún pedazo de basura
o fabrica con el espacio vacío
una mercancía de la falta
o de la anti-falta
y sigue funcionando
siempre enchufado
gastando la bioenergía
derrochando
(nos).
Por eso ahora nos damos cuenta
que el capitalismo no es ningún artefacto
por más sofisticado
automático
o insensible que resulte.
El capitalismo es la anti-máquina.
Algo lo suficientemente parecido
y distinto
de nosotros
como para que no podamos destruirlo
sin destruir lo mas humano
en lo humano.



miércoles, 21 de mayo de 2014

"Me parece un genocidio programado contra los pueblos originarios"

Porque hay muchas mas cosas que saber, y quizás sean las mas importantes, que las que publican los medios de comunicación hegemónicos. A continuación una nota extraída de la agencia ANRed:


El gobierno de la provincia de Formosa impidió la atención médica de “unas mil personas”, miembros del pueblo originario Wichí, en los últimos días. Así lo cuenta José Antonio “Tano” Boggiano, fundador y líder del grupo Enfermeros para la Asistencia Humanitaria (ENASHU) de Buenos Aires en una entrevista para ANRed, con graves acusaciones hacia las autoridades del Estado. Es el relato de un horror: desnutrición generalizada, epidemias de enfermedades letales y amenazas del Estado contra voluntarios brindando ayuda médica. Una campaña humanitaria en el territorio Wichí de Formosa se convirtió, según Boggiano, en “una expedición en una zona de conflicto. Es descabellado pero allá la realidad supera la imaginación”. Por Stefan Biskamp, corresponsal alemán para América Latina, para ANRed / Fotos: Franco Velazquez y Stefan Biskamp.



Por ANRed - L (redaccion@anred.org)


Veintisiete voluntarios enfermeros, médicos y bomberos estuvieron presentes, desde el 19 hasta el 24 de marzo, en la ciudad de Ingeniero Juárez, en el pueblo Pozo de Masa y unas comunidades casi abandonadas, para atender a los Wichí. Fue la segunda intervención de José Antonio “Tano” Boggiano allá; él tiene larga experiencia en campañas de este tipo y fue integrante de Médicos sin Fronteras en muchos países de África y de América Latina. Sin embargo califica como “única en lo peor” la situación de los pueblos originarios en Formosa.
Stefan Biskamp: El gobierno de la Provincia de Formosa trato de parar la campaña humanitaria de tu grupo en las comunidades Wichí. Pero siguió. ¿Con qué resultado?
José Antonio “Tano” Boggiano: Los logros sanitarios fueron 972 personas registradas que se atendieron en dos días, de esas más de la mitad recibieron medicación. Creemos que se nos escaparon doscientas o trescientas fuera de los registros porque la enfermedad que tenían era el hambre. Dolores abdominales, acidez, mareo, malestar y cuando les dábamos turrones o alfajores se les iba. Igual manifestación teníamos con el tema del agua. No es que necesitaban medicamentos sino que lo que necesitaban era agua. Estas personas se fueron sin ser registradas. Por eso perdimos esa parte de la estadística. Pero bueno no podemos cumplir el rol del Estado. También es duro curar a personas y saber que las enfermedades van a volver porque la gente tiene que tomar el mismo agua podrido que antes.
S.B: Sin embargo parece un éxito con solo 27 voluntarios.
T.B: Depende del punto de vista. El segundo día planificamos nuestra atención médica con base en el Barrio Obrero de Ingeniero Juárez. La última ayuda que recibió la gente Wichí allá fue en el 2004 y lo hizo UNICEF, después no ha recibido ayuda de ningún tipo. Hoy en día, el centro de salud allá no tiene nada prácticamente pero lo que sí tienen es este espacio físico, que es lo que necesitábamos para trabajar cómodos. Pero por la intervención del gobierno provincial, que nos obligó a armar el centro de salud lejos de este barrio, perdimos la oportunidad de atender unas mil personas. Mucha gente no se enteró o se enteró tarde. Este segundo día de nuestra campaña empezó cinco horas más tarde por todas las negociaciones con los funcionarios del Gobierno de la provincia y bueno, no lograron todo su objetivo, pero en parte lo lograron.




S.B: Tratar de parar la asistencia médica, ¿no te parece que tiene un elemento psicópata?
T.B: No sé cómo calificarlo psicológicamente pero parece un genocidio programado: no permitir la atención médica, la atención de salud, ver chicos que se desesperan por un caramelo y que ni siquiera tienen ropa para ponerse, sacan agua podrida de un pozo de tierra.
S.B: ¿Y ahora cómo va a seguir la atención médica en estas condiciones después de la intervención?
T.B: Logramos traer 18.000 medicamentos los cuales se usaron en las comunidades. Por el hecho de que perdimos unas mil personas como pacientes nos sobró medicación para donar al hospital de Ingeniero Juárez. Además de eso se dejaron equipos para nebulizar y varios equipos para la medición de glucemia. Tenemos el registro de gente que necesita medicación, que se les va a enviar. Y desde Ingeniero Juárez el director del Hospital se haría cargo de repartirlo. En eso quedé con él. Y, cuando volvamos en julio, me darían el hospital como base y del gobierno me darían dos o tres comunidades donde ellos no llegan o lo tienen como área roja, o sea donde hay mucha sífilis, tuberculosis y Chagas vinculadas a otras manifestaciones clínicas como el colon que se agranda e insuficiencias cardíacas. Así que bueno, si se da eso, sería un logro muy importante; hay que ver si el gobierno cumple, si el gobierno nos permite trabajar.
S.B: ¿Cuáles eran los problemas sanitarios más graves, hubo alguna sorpresa?
T.B: No hubo sorpresa porque volvimos a ver lo mismo que en nuestra primera visita en enero. Sí hubo casos más graves que lamentablemente van a generar casos aún más graves y en eso no tuve respuesta de las autoridades sanitarias en Ingeniero Juárez. Había dos o tres pacientes que se atendieron en la escuela de Pozo de Maza que estaban con tuberculosis activa y tenían toda la sintomatología de estar en el medio de la enfermedad, esto significa que en contacto con toda la gente que estuvieron los iban a contagiar. Yo informé estos casos en medio de todos los problemas que tuvimos con las autoridades. Me dijeron que les informara de dónde era, pero no les interesó ni el nombre ni cómo ni cuándo, así que no creo que lo hayan ido a buscar. Esos pacientes están en aislamiento respiratorio y con una medicación que nosotros teníamos. Entonces tenemos tuberculosis, parasitosis y cánceres de mama no tratados y de piel.
S.B: ¿De dónde vienen esos casos de cánceres?
T.B: El cáncer de piel puede estar sujeto a la alta exposición al sol, los de mama no sé si es debido a una predisposición genética normal. Lo que sí sé es que no están tratados. Los pacientes que hemos visto no tienen muchas chances porque no fueron tratados en su momento. Y algunos tienen el diagnóstico porque tienen los estudios hechos pero después no se les dio tratamiento.




S.B: Pero entonces es grave porque el sistema de salud los detecta pero no les da seguimiento.
T.B: Bueno ahí es delicado porque entramos en contradicción entre lo que dicen unos y otros. Los servicios sanitarios dicen que les ofrecieron el tratamiento y que la gente no fue, y la gente dice que nunca les dieron tratamiento y que les dijeron que no era tan grave lo que tenían. Entonces quedó una línea media donde él que se muere es el paciente y el Estado se salva de pagar el tratamiento oncológico.
S.B: Parece desesperante cambiar esto en unos días.
T.B: Cambiar todo esto sería la tarea del Estado. Y en total más que mil personas atendidas son razón de esperanza. Lo cierto es que no conozco otro grupo en Latinoamérica que haya hecho esto. Sí hay grupos en catástrofe que han atendido la misma cantidad de gente pero no hay ninguno que haya hecho atención primaria de la salud en dos días con semejante cantidad de gente. Obviamente, si una ONG o un grupo humanitario están en el lugar es porque el Estado no cumple con su función, en muchas partes del mundo ocurre esto.
S.B: ¿Cómo comparar la situación con otros países?
T.B: Una diferencia es que normalmente no se ataca a los grupos de ayuda humanitaria. En nuestro caso el equipo de ayuda humanitaria estaba intervenido, vigilado, intimidado, custodiado. A mí me han llevado al hospital para pedir datos para pedir datos, me han llevado con diferentes autoridades de la provincia, cosa inédita. Mandaron farmacéuticos para revisar y embargar medicación, mandaron abogados, y nosotros no tenemos abogado ni defensa legal como para responder frente a un abogado. Según me manifestaron en su momento tenían la orden para que yo vaya a hablar con un juez sobre lo que estamos haciendo y me llegaron a decir que yo no podía ejercer en la provincia, sin embargo es Argentina y yo puedo ejercer en Argentina porque mi matrícula es nacional. De hecho nuestras matrículas ahora son del Mercosur. Lo que te quiero decir es que estos grupos de ayuda humanitaria sólo en zonas de conflicto son hostigados. Acá oficialmente no hay un conflicto armado y sin embargo fuimos sistemáticamente vapuleados y la gente Wichí está expuesta, repito, a un genocidio programado.




S.B: Viajando por la provincia de Formosa se pueden ver nuevas escuelas, nuevos hospitales, unas nuevas viviendas cada tanto kilómetros.
T.B: Los edificios nuevos, por ejemplo las escuelas que han hecho y arreglado para esas comunidades originarias, lo llamativo es que tienen ventiladores, pero nosotros estuvimos sin luz, no se entregaba electricidad al lugar mientras nosotros estuvimos deliberadamente. En un momento determinado y por pedido mío al director de la escuela y al intendente de Pozo de Masa nos dieron dos horas de luz. En la primera campaña que hicimos este año en otra comunidad, ellos solamente tienen luz dos horas o tres en el día y lo llamativo es que no tenían agua, la cual sacaban del arroyo contaminado. Además de las casas de abobe y paja tenían puesta por el gobierno una antena de DirecTV, aunque no tenían televisor donde ver y tampoco electricidad para que funcione. Visto desde afuera y para la foto en un periódico es una casa nueva, muy linda, con antena, pero adentro no hay nada.



S.B: Un habitante de Pozo de Masa contó que en las nuevas casitas que les construyeron también hay vinchucas, que el peligro de Mal de Chagas no terminó. Entonces ¿es verdad que las vinchucas pueden sobrevivir en casa de material?
T.B: Las vinchucas, los vectores del Mal de Chagas, pueden transitar. Si vos no fumigas en los alrededores y la gente no tiene agua ni tampoco elementos para limpiar, lo que les estás dando es un refugio de material y nada más que eso. El Mal de Chagas sigue.
S.B: Cuenta más de los problemas con las autoridades.
T.B: Tuvimos una primera señal de intimidación cuando una médica del grupo recibió en su habitación dos panes con moho y una nota debajo que decía “bienvenidos al hotel”. A esa nota al principio no le dimos importancia pero después empezamos a notar presencia policial excesiva; en un pueblo como Juárez que debe de haber cuatro o cinco policías de guardia nosotros teníamos dos o tres custodiando el hotel. Y esta movilización de funcionarios de alto rango provincial también intimida para alguien que no está acostumbrado. Encontrarme a las siete de la mañana con cinco funcionarios de alto rango que venían a preguntarme qué estaba haciendo allí, cuando de entrada lo sabían. Porque yo un mes antes que me había comunicado para decirles que yo venía a colaborar con las autoridades de la provincia de Formosa. El decirme que no podía estar donde estaba porque no tenía permiso, me hace dudar si estoy en la Argentina y de si la constitución nacional existe o no. Me parece entonces que hay un montón de elementos y mecanismos de la seguridad jurídica que no funcionan o que no existen. De repente encontrarme “gentilmente acompañado” a que me tomaran los datos, a controlar las fichas de todos los voluntarios, me parece algo más de la época de la represión en la Argentina que de un estado de democracia.


S.B: Pero no a punta de pistola.
T.B: Pero en todo caso no teníamos más remedio. Nos hicieron llevar todas las fichas que teníamos de los voluntarios e hicieron fotocopia. En mi caso me pidieron mi DU, mi matrícula y mi ficha. Si esto no es un hecho intimidatorio, cuál es. Y más si uno piensa qué es lo que hice, un ilícito no. Vine a ayudar a gente que no tiene nada y que la propia provincia no la ayuda. Una camioneta de la policía provincial con las puertas abiertas con los efectivos vestidos como si fueran a una guerra y disparando contra la pared donde estábamos nosotros es también un acto intimidatorio. Las comunidades a través de sus representantes también nos metieron presión porque ellos pedían nuestra ayuda, pero el Estado no nos dejaba y ellos amenazaban con cortes de ruta y la toma del centro de salud. Y creo que si eso no se resolvía hubiese terminado en una batalla campal.
S.B: Parece, que la idea fue provocar exactamente eso.
T.B: Obvio, todo fue una provocación. Es descabellado pero en Formosa la realidad supera la imaginación. Como estar con 27 personas a cargo con las que vinimos a ayudar y terminamos en medio de un conflicto. Pero no tenemos que olvidar por qué estuvimos en el lugar. Te cuento esto: teníamos una chiquita que se atendió y la señora que la traía le dijo a la pediatra que si quería se la regalaba, para que comiera todos los días, para que tuviera una oportunidad.

Fuente: http://www.anred.org/spip.php?article7481